Vaya. Nos ha
dejado el batería tranquilo. El contrapunto sereno de sus Satánicas Majestades.
El ángel infiltrado. El del gesto impasible que marcaba el ritmo, con la misma
modestia que si condujese un tranvía. Me agradaba
ese tipo. A pesar de haber sido fundamental, no gustaba de acaparar protagonismo.
Era la estructura reforzada, que oculta bajo las chapas del fuselaje de los
Rolling, evitó su desintegración cuando entraban en barrena por la lucha de
egos. Me gustaba
de él, eso que ahora tanto se denosta en favor de lo zafio, su clase en todos
los sentidos. Ordinarios vestidos de Armani los hay a patadas, y no se trata de
eso. Destacaba
sin destacar. Destacaba su saber estar, sin que se notara su presencia más de
lo imprescindible. Su acción se resumía en un discreto movimiento de muñecas,
suficiente para sostener el ritmo endiablado de la banda. Y ese gesto
impasible. Ahora que
caigo en la cuenta, solo me llevaba 20 años y pocos meses. Aunque no tengo
propensión a la idolatría, se desmoronan mis referentes, en este caso de la
música. Ley de vida que hay que asumir con la misma serenidad con la que tocaba
el batería tranquilo. Adiós
Charlie Watts, feliz viaje con tu tranvía, y que Dios salve a los Rolling,
porque ya no serán lo mismo sin ti. Es el fin de una era.
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