PANCETA TATUADA.
Lo que me quedaba por ver.
Estábamos cenando en casa, un picadillo con huevas para más señas. El único
error, cenar viendo el noticiario.
Es raro que en los noticiarios de
ahora no saquen algo relacionado con cuestiones culinarias. En este país nos
hemos vuelto muy gourmets, tanto paleto que anda suelto degustando por el mundo,
y claro, los medios reflejan la realidad social, o mejor dicho, la inducen. En
esta ocasión la cosa iba de panceta y oreja de cerdo al horno, y aquí viene la
bomba… tatuada. Yo tenía una rodaja de hueva de merluza a flor de labios, y
acabó rodando por el suelo de la impresión. Incluso Lobita reparó en la cara de
idiota que se me quedó, algo así como la de Al Bundy, el resignado y mediocre
cabeza de familia de la serie “Matrimonio con hijos”.
El caso es que a un cocinero
tatuado al extremo, es importante el detalle, se le ha ocurrido innovar
tatuando porciones de panceta y orejas de cerdo, empleando tintas vegetales
para darle el puntito vegano, y por supuesto, sostenible, que ahora mola mucho.
Porque oigan ustedes, la etiqueta sostenible viste que te rilas aunque sea una
patraña comercial, pues en este caso, el preparado de la panceta o la oreja porcina,
requiere como 24 horas de consumo de energía entre frío y horno, es decir,
sostenible por los cojones.
Como si lo viera, vas al restaurante
y le dices al binomio chef-tatuador, quiero una deconstrucción de panceta con un tattoo –mola más decirlo en inglés- que
ponga “amor de madre” y al lado, un corazón de Jesús sangrante con alambre de
espino, Faustino. Y ahora vas y te lo zampas, pagando un plus sustancioso por
eso de la gilipollez del arte efímero. Más valdría pedirle al carnicero un
trozo de panceta con el código de barras impreso en tinta de toda la vida, y
meterlo en el horno de tu casa.
Pero debe ser que a la gente,
como el caso del cocinero este, ya no le queda espacio en el pellejo para
estamparse tatuajes, y ahora se crean la necesidad de fagocitarlos. Lo
siguiente serán las verduras tatuadas para dar satisfacción al colectivo vegano,
lo tengo claro.
Cuánto daño están haciendo las
excentricidades de las estrellas del pop, la MTV, los Grammy y Tele5, entre
otras armas de destrucción masiva.
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