sábado, 7 de septiembre de 2019


LA ENÉSIMA SOBRE LENGUAJE SEXISTA

Escuchaba en Onda Cero una entrevista que Alsina le hacía a una diputada de Unidas Podemos, una tal Yolanda Díaz. Siguiendo las directrices del partido al que representa, manejaba un lenguaje “no sexista”, “inclusivo” o eso dicen ellas, siempre ellas. Ese supuesto lenguaje inclusivo que divulgan, pasa por erradicar el uso del genérico, el que identifica a todos los individuos de la especie humana, nosotros, pero que ellas consideran una imposición del patriarcado.

El caso es, que pude percibir a través de las ondas, que a la diputada podemita le costaba manejarse con ese lenguaje forzado que ella misma se imponía. Por ejemplo:
Se refirió a “nuestro equipo negociador”, pero en milisegundos, debió producirse un corto en la sinapsis de la diputada, que hizo saltar una alarma interior, ua-ua-ua, de la zona craneal que almacena el aprendizaje por condicionamiento. Atendiendo a la alarma, rectificó de corrido diciendo “nuestra equipo negociador” procurando enmendar la frase como si hubiera violado el mantra que practica. En definitiva, se hizo la picha un lío, porque ya me dirán cómo encaja eso de “nuestra equipo”.
En cambio, no dudó ni rectificó, cuando se refirió a “los socios de la derecha”, pudiendo referirse a las socias de la derecha, por eso de seguir con el mantra del nosotras. Si personas como la tal Yolanda se han hecho fuertes en el nosotras, ya que lo del nosotros les produce repulsión ¿Por qué no lo hacen también en el caso de las mujeres con ideas conservadoras? ¿O acaso esas personas no pueden ser consideradas mujeres de pleno derecho?

Da la impresión de que, para las nuevas generaciones de izquierdas, únicamente tuvieran derecho a la consideración del nosotras, las mujeres “progresistas” –y los hombres feminizados por la gracia de los mantras políticos podemitas, como el tal Miguel Urbán, que tiene de femenino lo que un Lada Niva de glamuroso- como si las mujeres de derechas, o sencillamente las que no piensan como las de izquierdas, fueran meros títeres manejados por el patriarcado, o una raza inferior.
Siguiendo con la entrevista del cachondo de Alsina, la tal, respondiendo a otra cuestión, dijo “no me siento agraviada, hombre”… ¿Y por qué no mujer? ¿Se le escapó lo de hombre? Es difícil mantener el mantra ¿eh? Le salió tan natural…

Puestos, o puestas, a abundar en el absurdo, si lo que buscan  es un lenguaje no sexista, podrían empezar por dejar de imponer el nosotras, y relegar el nosotros como si fuera la peste negra, porque al final estamos en lo mismo, se impone un género a otro, y si eso es progresista, que me lo expliquen.
Si no les agrada el uso genérico del masculino  para designar a todos los individuos de la especie humana, podrían recurrir a otros términos para evitar hacerse un lío con  desdoblamientos como el nosotras y el nosotros, y minimizar las dificultades sintácticas y de concordancia. Por ejemplo, referirse a la ciudadanía, en vez de alargar la frase innecesariamente con ciudadanos y ciudadanas. O cuando se refieren a las personas que integran sus partidos, reemplazar el nosotras, por la militancia, por eso de incluir al género masculino, aunque debe ser eso lo que les escuece. Que lo hagan, al menos por ecologismo, porque como escriban libros con tantos desdoblamientos, no va a haber reserva de papel que lo resista, o memoria digital que lo contenga.

Da la impresión de que si esta peña se hace con el poder, quienes nos consideremos masculinos y heterosexuales, podemos acabar en campos de concentración, compartiendo barracón con los gallos acusados de violar gallinas, kí-kirikí. Al paso que vamos no me extrañaría.



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