A VUELTAS CON EL CICLISMO. EL PEZ
PAYASO.
Llevaba por delante a uno de
estos ciclistas que van disfrazados de pez payaso, de los que no les falta un
detalle y llevan unas bicis del copón, con pedales automáticos, y esas horquillas,
mono horquillas, o como cojones se llamen ese tipo de sujeciones de la rueda
delantera, con una sola pata, que se están poniendo de moda.
Lo tenía a unos 20 metros por
delante, y más o menos llevábamos la misma velocidad, solo que yo iba por el
carril bici, y él por la carretera, concretamente por la Avenida de Valdelagrana
dirección Puerto Real. Iba jugándose el pellejo en cada rotonda, y ralentizando
el tráfico rodado, porque estaba en su derecho, y además era idiota. Al llegar
al puente sobre el Río San Pedro, me interné por las pistas del parque natural
de la Algaida, pero el pez payaso, prosiguió por la autovía, antigua N-IV,
dirección Puerto Real. Llevábamos trayectorias más o menos paralelas, pero las
condiciones eran diferentes.
El pez payaso optó por jugarse
las escamas en la carretera, aspirando monóxido de carbono por un tubo. Estaba
en su derecho. Esto es, que le respeten el metro y medio y el ritmo que lleve,
aunque ralentice la logística del transporte nacional. Si el repartidor de
Amazon tiene prisa, que recupere la media en otro tramo. Eso sí, que el pedido
que hizo el pez payaso, consistente en un foco de 3000 lúmenes, llegue a
tiempo, pues como no sea así, reclamará a Amazon la tardanza y se va a cagar la
perra.
El pez payaso estaba en su
derecho de dejar su miserable vida en manos del grado de responsabilidad que
tengan los demás, asumiendo el riesgo de que un camionero cabrón se lo lleve
enganchado en el espejo retrovisor, hasta la terminal de la Maersk en
Algeciras. El pez payaso, insisto, era idiota.
Aunque a lo mejor el idiota fui
yo, pues las condiciones en las que circulaba, eran distintas. Opté por
respirar aromas de marisma y pinares, circulando por pistas de tierra recién
acondicionadas para su disfrute. Apenas nadie por esos senderos. Un espectáculo
ver la fauna avícola de la zona y la quietud de las aguas en el reparo de
marea. Brisa fresca del suroeste, y el tráfico rodado, reducido a un rumor.
También circulan peces payaso por estos senderos, de estos que van en pelotón y
se creen que están participando en una vuelta ciclista, sin respetar el metro y
medio respecto a quienes caminan por los senderos. Se corre el riesgo de
colisionar con uno de estos gilipollas, pero siempre será más leve que ser
arrastrado por un tráiler hasta Pamplona. Debo ser idiota.
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