HOMBRE FUMANDO.
Callejón Cardoso, a pocos metros de la Plaza de la
Cruz Verde, Barrio de San Juan, casco antiguo de Cádiz. Las sombras de la tarde
empezaban a alargarse, el contraste entre éstas y las luces era fuerte y apenas
podía reconocer los rostros con los que me cruzaba mientras caminaba hacia
donde el sol buscaba su acomodo.
Lobita iba delante, disfrutando a
su manera de su Cádiz natal, rememorando su infancia por esas callejuelas,
sensible a los cambios que se han producido, cambios en los que “ese señor de Cuenca”,
como Lobita me llama, no alcanza a reparar a pesar de ser gaditano por los
pelos.
Cuando callejeamos por esos
barrios me suele contar que si lo de ahí otrora fue una mercería, que si lo de
acá era un puesto donde se intercambiaban novelas usadas, que lo de más allá
había sido un ultramarinos… Y mira ahora, está cerrado a cal y canto, o en manos
de los chinos, eficientes pero fríos como un congelador… La globalización, la
pérdida de la esencia, del olor a pan de horno, a serrín o a droguería, de
aquellas que vendían perfumes a granel. La nostalgia de un pasado que probablemente
tengamos idealizado y esas cosas.
Yo iba detrás, a lo mío,
reparando en otros detalles cámara en mano, y reparé en este sujeto, o más bien
en el humo que generaba, así que me pegué a la pared por mi lado de babor y me
dispuse a robarle el alma con discreción y a discreción, porque la escena, a
pesar del pronunciado contraluz o gracias a él, prometía.
Me resultaba imposible encuadrar
por el visor, era una temeridad intentarlo porque el chorro de luz proveniente
de poniente podía provocarme daños en los ojos, así que tuve que recurrir a
visionar a través de la pantalla LCD. También me costó ajustar los parámetros.
Tomé como referencia las luces altas para no marear la perdiz y centrarme en el
sujeto que generaba las volutas de humo, sentado en el escalón de un portal o
casapuerta como diría un gaditano.
Sería una tontería escribir sobre
lo que me transmitía la escena en esos instantes, pues no podía dar más de mí
que intentar captarla decentemente y sin incomodar al personaje. Solo intuía
que transmitía algo, cuanto menos, fuerza mezclada con sensación de nostalgia. Fue
después, al visionar la secuencia en la pantalla, cuando descubrí otros
personajes que emergían de entre las
sombras, personajes en los que no reparé cuando disparaba y que también me
sugieren historias sobre las que quizá elucubre más adelante. De momento lo
dejo en esto… hombre fumando.