LOS ÚLTIMOS DE CAMPOSOTO.
Estas caricaturas las hice en 1992, cuando trabajaba en una
empresa, cuyo nombre me reservo, dedicada a trabajos de topografía e
hidrografía. Fue fundada por tres militares, por entonces ya retirados, que
estuvieron destinados en el Instituto Hidrográfico de la Marina de Cádiz, dos
capitanes de navío y un coronel de
infantería de marina. Los dibujos eran de esos que hacía en la oficina cuando
estábamos relajados, para echarnos unas risas sobre las cosas que nos pasaban
en el trabajo.
Estos dos dibujos iban sobre un incidente que tuvimos en el
polígono de tiro de Camposoto, antes de que la playa homónima se desafectara y
pasara a abrirse al público. El levantamiento topográfico que estábamos haciendo,
era precisamente para la recalificación del terreno municipal del término de
San Fernando.
Por aquellas fechas, finales de septiembre del 92, los del
ejército de tierra estaban de prácticas de tiro con artillería. Disparaban
desde el Polígono de Experiencias Costa Costilla, sito en Torregorda (T.M. de_San
Fernando – Cádiz). Los disparos se realizaban al mar, pero no
perpendicularmente a la costa, sino casi paralelos a la playa, impactando a
escasos 30 metros de la orilla.
Teníamos que trabajar por la zona, y obviamente, había que
programarlo para cuando no hubiera tiro. Fue el coronel retirado, cuyo nombre
prefiero omitir, el que se encargó de gestionar el asunto de las fechas y los
horarios, poniéndose en contacto con el responsable al mando del polígono de
tiro. El coronel se dispersó con sus absurdas divagaciones por las que era
tristemente célebre, y anotó las fechas
y las horas de aquella manera. La cuestión es que nos dijo que para el día tal,
por la mañana, no había previstas prácticas de tiro, y allá que fuimos.
El equipo de trabajo para esa ocasión, estaba compuesto por
uno de los capitanes de navío retirado, cuyo nombre también omito, que tuvo el cargo
de subdirector del referido Instituto
Hidrográfico de la Marina. Era un marino de guerra peculiar. Como se mareaba en
los barcos, se decantó por la topografía, y era con el que yo solía trabajar
cuando se trataba de trabajos en tierra firme, y lo cierto es que formábamos un
buen equipo. El otro componente era un auxiliar de topografía que trabajaba con
nosotros eventualmente, buen chaval pero algo amilanado y asustadizo. El
tercero en discordia era el que suscribe.
El caso es que entramos en la playa con el Nissan Patrol
corto, motor Ebro, por el acceso de Camposoto, y nos dirigimos hacia el sur, a
la Punta del Boquerón, frente a Sancti Petri. Sobre un bunker que había allí,
se estacionó el marino topógrafo con el teodolito para, desde aquel lugar,
hacer un traslado de estación a dos puntos que teníamos que señalar, uno a unos
500 metros al norte de su posición, y otro a unos 1000, también al norte.
Mi compañero y yo nos dirigimos con el Nissan hacia esos
puntos, para ubicarnos con los prismas sobre los que mediría el topógrafo con
el teodolito Leica. El punto que estaba a 500 metros, se encontraba sobre otro
bunker al que había que trepar, nada del otro mundo. Pero como dije al
principio, mi auxiliar era un poco cagoncete. Que si eso está muy alto, que si
me voy a caer, que te subas cojones, que si caes, caes en blando… En fin, lo
disuadí y logré que subiera, no sin emplearme a fondo para ayudarle a trepar,
pues andaba un poco pasado de peso, aunque con el tiempo y el trabajo duro, se
puso hecho un figurín.
A continuación me trasladé con el Nissan, otros 500 metros
más al norte, para posicionarme en el otro punto a medir. Una vez me ubiqué, di
por el walkie el listo para medir al topógrafo, y prevení también a mi compañero.
En éstas, cuando estaba concentrado en mantener en el centro, el nivel de
burbuja del jalón, escuché hacia el norte dos sonidos sordos consecutivos que
me resultaron familiares… bum bum… Al poco un silbido muy peculiar… ziiiiiiiuuu…
Y continuación dos piques de agua a escasos 80 metros de donde yo estaba. Las
columnas se elevaron como 15 metros, pese a que eran proyectiles inertes.
Madrepariós, los pistolos abrieron fuego artillero, el gilipollas
del coronel nos metió en una encerrona. Avisé por el walkie al capitán de navío,
que no daba crédito. Que si eso cómo va a ser, que si el coronel la ha vuelto a
cagar, que si cochino el último, a salir por patas. Mi compañero, que estaba
también a la escucha, se dio por enterado, y saltó sin pensárselo dos veces
desde lo alto del búnker al que tanto le costó subir. ¡Corre!¡Corre! ¡Recógeme!
me decía el pobre por el walkie, con voz
temblona.
Bum bum… ziiiiiiuuu… otras dos andanadas. Pardiez. La cosa
se ponía divertida. Me subí al Nissan, y fui a por mi compañero y a por el capitán
de navío para sacarlos de allí, aunque donde estaban era más seguro estar, que
donde estaba yo. Una vez a bordo del vehículo, tiramos hacia el norte, único
lugar por el que podíamos salir, pues al sur, el Caño de Sancti Petri nos
cortaba el paso. Bum bum… ziiiiiiuuuu… Me cago en la leche decía el capitán de
navío, mientras mi compi balbuceaba algo así como, no no no…
Debo reconocer que aquella situación me divertía, a fin de
cuentas, estaba hasta los cojones de hacer ejercicios tácticos con fuego real
cuando pasé por el TEAR. Pero el caso era, que los pistolos del ET no estaban
al tanto de nuestra presencia, ni tenían visión directa sobre nosotros, pues
estábamos al otro lado de las dunas. Nos podían haber cepillado si se hubieran
desviado un par de grados hacia tierra.
Por suerte, salimos de allí sin mayores problemas. Paramos
junto al puesto de mando de las instalaciones, para ver qué cojones había
pasado. Después, cuando llegamos a nuestra oficina en Cádiz, el capitán de
navío se encerró en su despacho con su socio el coronel, y a partir de ahí
gritos, carpetazos, cago en Neptuno y su descendencia, eres gilipollas Carlitos,
etc...
El resto de los integrantes de la oficina técnica nos
desternillamos de risa, a la vez que di buena cuenta de lo sucedido con las
caricaturas. En la del Nissan, el capitán de navío X de copiloto, el pobre de
mi compañero con carita de espanto, y el que suscribe, conduciendo. Lo del
destrozo del coche, evidentemente, una exageración, aunque pudo haber pasado en
cierta manera.
En la otra caricatura, otra situación kafkiana en la que incorporé la cabeza
del coronel volando por los aires, aunque él no estuvo en el escenario de los
hechos. El que corre al fondo es el capitán de navío con su trípode, y los
otros dos… pues eso.