miércoles, 30 de julio de 2025

TORREGORDA

Desde que, en mi juventud temprana, tomé conciencia de su existencia, siempre he fantaseado con vivir en ese edificio troncocónico que data de los años 30 del siglo pasado y que pertenece a la instalación militar de Torregorda. Está emplazada al pie de la playa homónima, un lugar estratégico durante siglos, a caballo entre Cádiz y San Fernando.

En el 92 del siglo pasado, tuve ocasión de acceder a su interior por motivos profesionales, y apenas entré, fantaseé haciendo una distribución mental del mobiliario, como si esa, por entonces, torre de control de tiro de la Armada, fuese mi casa.

Desde esa atalaya con una panorámica de 360º podría seguir la trayectoria completa del sol y la luna, y de no ser por la contaminación lumínica de la Bahía de Cádiz, también el tránsito de las estrellas por la bóveda celeste. Disfrutaría con la observación de aves que, en la zona militar de la playa, proliferan felizmente, a salvo de las hordas estivales. Resulta paradójico que la fauna salvaje prefiera los ejercicios de tiro esporádicos con tal de evitar la presencia humana, reforzada con perros sometidos a su voluntad.

La foto la tomé al atardecer, en diciembre de 2024, con la luna coronando la torre. La zona estaba exenta de la plaga que, durante el estío, copa la zona abierta al público, lo que me permitió, una vez más, fantasear con la posibilidad de que esa atalaya fuese mi morada. No me haría falta más planeta, ni más gente que la mía, si viviera en ese lugar... ¡A pesar de los cañonazos!

 


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