Cuando salgo a patear por la playa los 12 km de marras, para mantener la máquina en forma, no suelo escuchar música, soy más partidario de escuchar el rumor del mar. Pero, en esta ocasión, saqué el móvil y puse una selección de los Rolling para imprimir ritmo de fondo, aunque sonase a lata, porque no llevaba auriculares.
El caso es que, cuando sonaba el tema “Love is strong”,
cuadró que rebasé a una teenager o como cojones se denominen ahora las
adolescentes, que iba enfrascada en la pantalla de su celular, y pegó un
respingo como si hubiera escuchado el rugido de un león.
No debió ser por el volumen, pues el altavoz del celular no
da para mucho, pero luego até cabos. La música que escuchan hoy día los
adolescentes, ya se sabe. Son cuatro o cinco notas precariamente fijadas en un
pentagrama calamitoso, y los “cantantes” amparan su incompetencia como tales en
el auto tune, que no es otra cosa que un afinador que ajusta la voz a esas
cinco notas de mierda en las que se basa el tema. Cantan como si estuvieran
cansados, mamados, para ser más preciso, comiéndose vocales y consonantes, como
si les costara pronunciarlas, sonando todo a encefalograma plano, para que las
dos neuronas del oyente que consume ese tipo de música, no colapsen.
Y claro, sucede que cuando pasas junto a un centennials de
estos, con uno de esos temas de los Rolling a toda mecha, en el que Morritos
Jagger acojona al micrófono con su voz de barítono dopado con JP4, acompañado del
riff con afinación abierta en Sol de Keith Richard, que resucita a los muertos,
es normal que meta un respingo como si le hubiera rugido un león en la oreja, quedando
aturdido como un pez por una voladura con explosivo plástico. Las criaturas no
dan para tanto brío, menos, si se trata del que imprimen sus satánicas
majestades.
No hay comentarios:
Publicar un comentario