En este país percibo tres tipos de feminismos.
El primero, el que merece todo mi respeto y admiración, el
que viene fraguándose desde el siglo XVIII en tiempos de Mary Wollstonecraft y
su “Vindicación de los derechos de la mujer”, pasando por sufragistas como
Elizabeth Cady y Emmiline Pankhurst y la Woman’s Social and Political Union,
cuyas integrantes fueron perseguidas y metidas en chirona.
Julieta Lanteri, Alicia Moreau, Eva Duarte, Simone de
Beauvoir, Clara Campoamor… y así, hasta estos tiempos en los que la lucha por
los derechos de las mujeres sigue vigente, plasmándose en el día a día del qué
hacer profesional y cotidiano de muchas mujeres con la cabeza en su sitio, unas
con formación académica y gran cualificación profesional, y otras formadas en
lo que denominamos universidad de la vida, que no desmerecen para nada frente a
las anteriores.
Luego tenemos el feminismo de postureo, como el ejercido por
el presi guapo. De cara a la galería, está rodeado de ministras que tienen la
habilidad de exhibir la mejor de sus sonrisas mientras se chotan en la cara de
los ciudadanos, un afable plantel de señoras de buen vestir, que actúan como
estandarte mediático para fardar del gobierno más feminista del mundo. Pero
resulta que el núcleo duro del presi guapo, el Gabinete de la Presidencia, que
es el que tiene el poder de decisión, está constituido por ocho hombres y una
mujer. De aquí extraigo dos conclusiones; La primera, que para ser una “cremallera”
está bastante mellada. La segunda, es que las señoras ministras están siendo
utilizadas como mero atrezo de cara a la ciudadanía, lo cual no dice nada a
favor del supuesto feminismo del PSOE.
Y para finalizar tenemos el feminismo de Satisfacer, en
honor a la tal Pam (Ángela Rodríguez) que cada vez que habla se muere un ruiseñor
por el mero hecho de no ser “ruiseñora”. Para este feminismo que va de
izquierdista, pero que ha sido importado de los USA, junto como otras
calamidades como el veganismo y el animalismo radical, feminismo es darse gusto
en el chirri con un artefacto a pilas con tal de no meterse un bauprés opresor,
o mantener obcecadamente en una ley elaborada con el mismísimo chirri, que ya
ha rebajado la condena a setecientos y pico, y lo que queda, de violadores y pederastas.
Según esta peña, feministas tienen que ser incluso las hipotecas y la cesta de
la compra, que no sabía yo que eso fuese posible, que hubiese cestas machistas
o feministas como apunta con asombro el de Las Sandalias del Pescador, el tal Javier
Carvallo.
Y ahí están, cobrando un sueldazo la Pam, la Belarra, la
Montero… por causar estragos en la política y en la vida de las personas, dándoselas
de precursoras del feminismo ante la estupefacción del feminismo con
mayúsculas. Qué perdidas (y qué perdidos y “perdides”) deben estar los
incondicionales de esta estirpe. Seguramente lo son por ser presas fáciles por
desorientadas, acomplejadas, sectarias y carentes de juicio clínico, cual
ocurre con los que caen en las redes del extremismo sea de la leche que sea.
Presas fáciles que se dice.
Mary Wollstonecraft, Elizabeth Cady, Emmiline Pankhurst, Julieta Lanteri, Alicia Moreau, Eva Duarte,
Simone de Beauvoir, Clara Campoamor, etcétera, se tienen que estar revolviendo
en sus tumbas. Y no es para menos.
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