Hay personas que leen en diagonal, no sé si por las prisas,
o quizá, condicionadas por sus sesgos ideológicos y sus prejuicios. Se centran
en la parte del texto con la que no están de acuerdo y se desentienden de la
parte en la que puede haber coincidencias de criterio.
A continuación, opinan partiendo de esos textos sacados de
contexto, y sin venir a cuento, montan la marimorena de la indignación,
polemizando por asuntos que no vienen al caso del referido texto. A poco que
nos descuidemos, sutilmente nos endosan la etiqueta que nos clasifica como
aquello que ellos repudian, haciendo gala de una supuesta superioridad moral.
Estas personas no suelen tolerar el más mínimo desliz. O lo
que leen concuerda al 100% con su criterio, o no hay nada que rascar, ya haya
solo un 10% de discrepancia. Esto puede ocurrir incluso cuando, en sus ansias
de réplica, omiten al leer una sola coma del texto original. Por ejemplo: Donde
escribo “no, me gusta la democracia” hay quien lee “no me gusta la democracia”
y a continuación te tacha de fascista. Y se te queda la cara de Mister Bean
cuando no entiende lo que está pasando.
Puede que en ocasiones se deba a que el texto escrito se
preste a confusión debido a una mala redacción, incluso a la falta de una coma,
que la exposición de los hechos relatados o de las ideas expresadas estén
afectadas por una sintaxis deficiente. También puede deberse a una deficiencia
en la comprensión lectora. Pero en otros muchos casos sospecho, que no afirmo,
puede deberse a la influencia de dogmas ideológicos o prejuicios que propician
que los sometidos a ellos, vean enemigos, amenazas o incorrección de cualquier
tipo, por todas partes.
Por todo lo anterior, procuro leer los textos de pe a pa, línea
por línea, más de una vez si es preciso, y documentarme antes de dar una
réplica vaga e imprecisa y salirme por las de Villadiego. Es lo suyo. Si a
pesar de ello meto la pata, pido disculpas y aquí paz y después nos tomamos unas
cañas, que también es lo suyo.
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