Habrá quienes estén encantados con el cambio del nomenclátor
masivo en Cádiz, para estar en la línea de una supuesta “memoria histórica”, y
digo supuesta, porque en más de un caso, han confundido churras con merinas, lo
cual no es sorprendente dado el nivel intelectual que tiene esta peña.
Que una calle se llame Pe o se llame Pa, me la trae al pairo.
Como si se llama cota 237. La función principal de un nomenclátor es determinar
de forma consensuada la ubicación de una vía, un domicilio, un organismo
público, una empresa, etc. Homenajear a Pepe o a Pepa, es accesorio, tanto que
podrían utilizarse nomenclaturas tipo Quinta Avenida, evitando gilipolleces
varias.
En cualquier caso, lo que me jode no es que la calle Pe,
pase a llamarse Pa. Lo que me jode son los efectos colaterales que conlleva, que
por cierto, afectan de lleno a mi familia. Según leo para ponerme al día
tenemos:
- Hay que ir al Ayuntamiento para confirmar el cambio de dirección de todos los impuestos de las tasas municipales (IBI, limpieza, agua…) Lo mismo con los recibos de la luz.
- Hay que hacer lo propio con Hacienda, y con Tráfico, porque en el hipotético caso de que una multa sea enviada a la dirección antigua, se extraviará, y esa circunstancia no nos exime de su pago, ni de los probables intereses de demora.
- Hay que cambiar la tarjeta de la Seguridad Social para evitar problemas a la hora de gestionar trámites.
- Respecto a la vivienda, hay que notificar el cambio de denominación en el Registro de la Propiedad para evitar problemas en una futurible operación de venta del inmueble, previo paso por el notario (pasta tracatrá) para modificar las escrituras.
- Los edificios que tengan rotulada la dirección en sus portales, tendrán que cambiarlos obviamente, con el consiguiente gasto para las comunidades de vecinos.
- Los que tengan un comercio -y no me refiero a las grandes superficies precisamente- tendrán que cambiar también toda la publicidad, los albaranes, las tarjetas de presentación y toda la pesca.
Y ya no entro en cuestiones como el pifostio que se montará
con el reparto del correo, o el simple hecho de que el ciudadano que sabía a
donde había que acudir cuando le decían vaya a la glorieta Ingeniero Juan de la
Cierva, le digan, vaya a la glorieta Shoso de la Bernalda.
Todo esto supone para el ciudadano un coste en tiempo y
dinero, que a buen seguro no va a asumir el Ayuntamiento de turno, aunque a la
larga, también repercutiría en el ciudadano.
A pesar de ello hay quienes están encantados con la iniciativa impulsada
por el equipo de desgobierno de ese cenutrio, vago de solemnidad, cuyo nombre
voy a evitar de pronunciar por hastío.
Y es que, idiotas que no ven más allá de sus narices, los hay
en todas partes. Ya que les gusta tanto la iniciativa, que organicen un crowdfunding
para cubrir los gastos, y soliciten voluntarios para hacer las putas gestiones,
sobre todo para las personas mayores que no se manejan con las nuevas
tecnologías.
Ya solo falta que se produzca otro cambio de gobierno, y
otro idiota tenga la ocurrencia de volver a modificar el callejero a modo de
revancha. Y los idiotas lobotomizados por las ideologías, a tocar las palmas
mientras les rascan el bolsillo para no avanzar en nada. Así, con todo.
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