A vueltas con la Pifia. Esta vez la sanitaria era un poco más alta. Abordó decidida mi hombro de hombre, y estocó en un plis plas sin causar el mínimo dolor. Si acaso con umbral equivalente al de un cólico nefrítico. Pecata minuta. Esta vez tampoco me senté. Sentarse es de blandengues.
En cuanto a las reacciones, en esta ocasión no me ha crecido
el cuerno de rinoceronte en la frente, ni se me ha puesto el brazo izquierdo
como el de Popeye. Eso sí, se me ha descolgado el cojón izquierdo. Considerando
que el cojón derecho se me descolgó con la primera dosis, parece claro que es
una reacción de mi sistema inmunológico de los cojones, al virus. Al menos
ahora voy equilibrado.
Mis ojos han vuelto a ponerse como los de Marty Feldman, con
la novedad de que estoy experimentando la capacidad de detectar gilipollas en
un radio de 200 metros. No sé si considerarlo como un super poder, o una
maldición. A ver si se me pasa.
Por lo demás, todo anormal. Si hubiera algo normal,
empezaría a preocuparme seriamente. Os dejo, que me estoy meando por las orejas.
Otro efecto secundario. Pero no temáis, vacunaros lo antes posible. Y recordad.
Si sois altos y blandengues, y os va a pinchar alguien bajito, sentaos para que
no os la metan doblada. La aguja, o lo que se tercie.
"Mira que eres canalla"
ResponderEliminar