martes, 1 de junio de 2021

SEGUNDA DOSIS

 A vueltas con la Pifia. Esta vez la sanitaria era un poco más alta. Abordó decidida mi hombro de hombre, y estocó en un plis plas sin causar el mínimo dolor. Si acaso con umbral equivalente al de un cólico nefrítico. Pecata minuta. Esta vez tampoco me senté. Sentarse es de blandengues.

En cuanto a las reacciones, en esta ocasión no me ha crecido el cuerno de rinoceronte en la frente, ni se me ha puesto el brazo izquierdo como el de Popeye. Eso sí, se me ha descolgado el cojón izquierdo. Considerando que el cojón derecho se me descolgó con la primera dosis, parece claro que es una reacción de mi sistema inmunológico de los cojones, al virus. Al menos ahora voy equilibrado.

Mis ojos han vuelto a ponerse como los de Marty Feldman, con la novedad de que estoy experimentando la capacidad de detectar gilipollas en un radio de 200 metros. No sé si considerarlo como un super poder, o una maldición. A ver si se me pasa.

Por lo demás, todo anormal. Si hubiera algo normal, empezaría a preocuparme seriamente. Os dejo, que me estoy meando por las orejas. Otro efecto secundario. Pero no temáis, vacunaros lo antes posible. Y recordad. Si sois altos y blandengues, y os va a pinchar alguien bajito, sentaos para que no os la metan doblada. La aguja, o lo que se tercie.

 

 

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