Como diría aquel humorista andaluz ya fenecido, esto es un caso verídico. Charlando con una buena amiga, voluntaria en una asociación enfocada a la protección del hábitat del chorlitejo, ave que anida confiada en nuestro litoral arenoso, me contó lo siguiente.
Ubicada en cierta zona de playa, que omitiré por el bien de los chorlitejos, observaba con prismáticos una puesta de huevos, con tan mala fortuna, que en su campo de observación se interponía un nudista con los huevos propios dorándose al sol. Digo con mala fortuna, porque resultó ser un nudista indignado, esa afección que en estos tiempos asola a una sociedad pusilánime y con la piel muy fina. Excepto para carbonizarla al sol y aspirar a un cáncer de piel.
Cuando la vio oteando con los prismáticos, aparentemente en su dirección, el nude de los cojones al sol se sintió observado y se molestó. Se levantó y se dirigió hacia ella, visiblemente indignado (estadio grave de la enfermedad), reclamando su derecho a practicar nudismo sin sentirse observado, tal y tal. Lo de reclamar derechos para sí, sin considerar los derechos de los demás, también está muy extendido, pero no nos desviemos del tema.
Mi querida amiga, persona formada y templada, habituada al trato con don de gentes, le explicó con amabilidad que no le observaba a él (“morsegaba”, como diría uno de Cadi Cadi), que lo que estaba observando era un nido de chorlitejo que se encontraba en las inmediaciones. Le dejó los prismáticos para que lo comprobara con sus propios ojos, y de paso le explicó sus labores como voluntaria, entre las que se encuentra la de concienciar a las personas que transitan la zona, sobre la conveniencia de respetar el entorno durante la época de cría.
Las hembras de chorlitejo no toman especiales precauciones cuando hacen sus puestas, quedando los huevos muy expuestos. Cuando las playas eran vírgenes, eso no suponía un problema, pero desde que se están masificando con presencia humana, estas aves, como tantas especies, están en peligro de extinción debido a la destrucción de sus puestas. Con buenas palabras y mejor didáctica, el nudista indignado se sintió como un imbécil, y se marchó con sus güevos a otra parte.
De haber sido yo le habría dicho sin más, que estaba observando los huevos que había puesto un pajarito…
Probablemente el nude indignado lo habría interpretado erróneamente, y el fin de esta historia habría sido sustancialmente diferente, dando lugar quizá, a la destrucción de un par de huevos expuestos, no de chorlitejo precisamente. A ver si va a resultar que los únicos que tienen derechos son los nudistas, y que los chorlitejos o los observadores de los mismos se la van a tener en enfundar por no molestar a los que doran sus cojones al sol.
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