Hermanas...
mi primer conflicto con la Iglesia
Mi primer conflicto con la iglesia lo tuve a los 4 años, que se dice
pronto. Según me contó mi madre, acabábamos de llegar de Alemania donde mi
padre estuvo destinado durante ese periodo como traductor técnico de alemán, en
la conocida marca de electrodomésticos AEG. Al poco de nacer yo, me llevaron a
Frankfurt del Main donde viví plácidamente rodeado de boches escarmentados,
tras la paliza que les dieron los aliados apenas diecisiete años atrás,
postguerra que Alemania aprovechó bien para progresar y levantar cabeza como es
debido y no como hemos hecho en este país de resentidos.
El caso es que a mis cuatro años estaba acostumbrado a ir a las guarderías
alemanas, los kindergarten como se llaman allí, donde, tras la traumática
experiencia del nazismo, esto de la educación infantil se tomaba de manera más
serena, y jugar con los juguetes que dispensaban era común y vital para el
desarrollo emocional de los peques a los que antaño hacían marcar el paso de la
oca.
Pero amigo, llegó la hora de volver a España allá por el 66 y tuve que cambiar el kindergarten y a la afable y rolliza de rubias trenzas frau Churren, por el colegio de las Esclavas de Cádiz, regidas por unas señoras muy serias ataviadas de cofia y un imponente crucifijo en el pecho que se hacían llamar hermanas.
Pero amigo, llegó la hora de volver a España allá por el 66 y tuve que cambiar el kindergarten y a la afable y rolliza de rubias trenzas frau Churren, por el colegio de las Esclavas de Cádiz, regidas por unas señoras muy serias ataviadas de cofia y un imponente crucifijo en el pecho que se hacían llamar hermanas.
Cuando entré en aquel espartano parvulario cristiano, lo primero que hice
fue echar mano de los pocos juguetes que había, custodiados bajo la ferra
mirada de un señor que figuraba en un cuadro y al que llamaban Franco, cuando,
hay sorpresa, una monja al parecer con muy malas pulgas, me impidió jugar con
ellos. Así que, ni corto ni perezoso, Arroyito, hablando más en alemán que en
el español de un niño de cuatro años, se plantó ante Sor no sé quién
arreglándoselas para decirle que los juguetes eran para jugar, montando el dos
de mayo hasta el extremo de que se lo dijeron a mi madre, tachándome poco menos
que de subversivo.
Mi madre, joven viajada y abierta a aquella Europa libre y progresista que
marcaba distancias con esta España nuestra, no pudo más que sonreír y decirle
con tacto a las monjitas, que mi reacción era lógica, dado que yo procedía de
un lugar en el que la educación se regía por otras normas, precisamente las que
han determinado que Alemania esté a la cabeza de Europa y nosotros vayamos de
puto culo, aunque de eso no tengan la culpa solo las monjitas.
A veces pienso que debieron dejarme en Alemania con frau Churren, sobre todo cuando veo el panorama que tenemos aquí…
A veces pienso que debieron dejarme en Alemania con frau Churren, sobre todo cuando veo el panorama que tenemos aquí…
Nota: la tal frau Churren, no se llamaba así, pero tenía que llamarla de
alguna manera porque obviamente no recuerdo su nombre.
http://img.poptower.com/pic-6918/ozzy-osbourne.jpg?d=600
ResponderEliminarMe has recordado la película de "Un franco 14 pesetas" que triste, un saludo.
ResponderEliminarYa decía yo que eras muy cuadrado... Ahora lo entiendo todo, alemán, ¡claro! ;P
ResponderEliminarHay estudios que dicen que los primeros tres años de vida son los que determinan nuestra vida y forjan nuestra personalidad.
¡Bezoz!
Mi experiencia fue al revés, estuve con las monjas de los tres a los seis años y cuando nos cambiamos de pueblo estaba tan harto de ellas que queria largarme a la francesa, es decir, sin despedirme, y un día no aparecer. Logicamente madre no me dejó.
ResponderEliminarA mí me ocurrió algo parecido cuando vine de Holanda, y tal como dice Memé Valdés, me siento totalmente identificado con "Un franco, catorce pesetas"
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