domingo, 14 de septiembre de 2025

TRANSGRESORES DE PANDERETA

Sin llegar a saltar, se pavonean al borde del abismo, creyendo que su mera presencia allí es un desafío a lo establecido. Sus actos, desprovistos de creatividad o genuina audacia, son el eco distorsionado de rebeldía que ejercieron otros, que llegaron a pagar incluso con sus vidas. Son el ruido de una lata vacía; resuena cuando le das una patada, pero no contiene nada. Son impostores.

La transgresión en los movimientos artísticos, en la política, en los movimientos sociales, etc. requiere ingenio, valentía y conocimiento de las reglas que se pretenden romper, ingredientes de los que adolecen quienes se venden como transgresores sin serlo. Revelan inseguridad, complejos y sucumben al ridículo. Si tienen éxito, es porque prosperan en ámbitos en los que impera la mediocridad. En lugar de subvertir con inteligencia o verdadero compromiso por la causa que sea, recurren a la provocación burda, al paripé, al activismo de salón, en un patético intento de enmascarar su falta de creatividad y la pobreza de su mundo interior.

Es lo que se prodiga en estos tiempos a la velocidad de la luz, la transgresión de pandereta de cara a la galería, en algunos casos, como en este país, subvencionada con dinero público. Es lo que me toca los cojones, de otro modo, me la traería al pairo.

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