“Cela á cargao”. A la ley de educación me refiero. Tanto, que eso de “cela á cargao” podría escribirlo tal cual, un alumno aventajado resultante de los efectos producidos por la nefasta Ley Celaá, sin lugar a dudas, la más letal para la educación de las ocho leyes redactadas hasta ahora, que ya es difícil.
Le mete una puñalada a la lengua de Cervantes, que se extiende por el planeta en la misma
progresión que en España se aniquila, y fomenta la promoción de los mediocres,
dándoles la oportunidad de pasar de curso pese a no superar los exámenes. Y eso
en nombre de la defensa de la enseñanza pública de calidad. Manda ovarios.
De paso se cepilla las ayudas para la educación concertada,
que a quien afecta no es precisamente a
la gente pudiente, pues éstos podrán seguir accediendo a la educación privada,
como las hijas de la propia Ministra Celaá. Con eso consiguen marcar la
diferencia entre una educación de élite para los privilegiados como Celaá, y el
desgraciado de Manolo el panadero, que tiene que contentarse con llevar a su
hijo Bartolo al colegio público de su barrio, donde lo de menos es esforzarse
para pasar de curso. Y es que las élites, que ahora se denominan progresistas,
quieren al hijo de Manolo ignorante para que sea más fácil de gobernar.
Y el remate. Al carajo la educación especial. Porque los
niños y niñas con problemas de ese tipo tienen que integrarse a hierro y fuego
en colegios o institutos donde a día de hoy han convertido el acoso en deporte
nacional. Todo muy igualitario.
Y todavía habrá quien se crea a pie juntillas que este
gobierno es progresista.
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