Así reza el eslogan simplón -como todos los eslóganes
políticos- que algunos políticos repiten
como un mantra. Lo hacen para lanzar balones fuera ante su incapacidad de
buscar soluciones efectivas para un
problema complejo. Es un eslogan inconsistente en el que orden de los factores,
no altera el producto, pues sin economía tampoco hay salud.
Esto es, a fulano, que regenta el local X o trabaja en la
empresa Y, le vienen con el mantra y le dicen que tiene que cerrar el chiringuito,
o que lo van a despedir de la empresa, sin tener claro si va a cobrar el ERTE,
el paro, o no. En definitiva, a fulano le van a reducir sustancialmente los
ingresos, o se va a quedar sin ellos directamente, lo que le llevará a tener
que adoptar economía de guerra y estará sometido a una tensión brutal ante la
incertidumbre.
La economía de guerra implica, que fulano y familia tendrán
que comer menos y mal. Implica el riesgo de que fulano no pueda afrontar los
gastos de alquiler o de la hipoteca y acabe desahuciado. También aumenta el
riesgo de sufra ansiedad, de que entre en depresión y tenga que recurrir a
ansiolíticos que lo sanarán por un lado y lo joderán por otro. Eso si no se
arroja antes a las vías del tren o por los bloques del Campo del Sur.
Si se destruye la economía, sobre todo de los sectores más
vulnerables de la sociedad, indefectiblemente afectará a la salud de los mismos.
Si se destruye la economía en general, a ver quién va a pagar los impuestos
para sostener la sanidad, las prestaciones sociales, las pensiones… ¿Los ricos con
cuentas en Suiza? ¿Google? ¿Coca Cola?
Ya me diréis qué mierda de eslogan es
ese, sino un modo de no dar las explicaciones pertinentes para optar por una
solución real y escurrir el bulto. Un modo de tomarnos el pelo por parte de
unos políticos con rostro de hormigón armado de alta resistencia de 120 mega
pascales.
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