EL SUEÑO DEL GRUMETE
Allí estaba, tumbado en la
cubierta recuperándose quizá de una noche ajetreada, acariciado por el sol, un
sol perezoso que tardó en salir aquella mañana de entre las nubes que lo arropaban.
Su rostro sereno me hace pensar
que probablemente soñaba bonancible, con navegaciones por mares limpios
salpicados de islas vírgenes en las que poder recalar, mares ricos en especies
marinas, cristalinas aguas con fondos coralinos, y por qué no, tormentas
tropicales para dar emoción a la singladura… y ron, ron, ron, la botella de
ron, con el loro de marras y Barbarroja.Buques de vela que surcan los mares al paso que marcan los vientos, singladuras programadas por el estado anímico de los elementos, hombres curtidos por la sal y el roce con la cabuyería, hombres con destino tan incierto como apasionante, memorias por escribir extraídas de los cuadernos de bitácora… las ganas de zarpar, las ganas de arribar y el gusanillo que te hace volver a la mar a pesar de todos los males padecidos. El sueño del grumete.
Pero me temo que si soñaba con
eso, el despertar le resultaría duro. Las cosas han cambiado, para bien según algunos,
pero para mal para los grumetes, porque de entrada los grumetes como tal
dejaron de existir hace tiempo, y por tanto, sus sueños también.
Navegar por mares limpios es una
utopía, las especies marinas se extinguen por millares, igual que se han extinguido
las islas vírgenes. Las aguas cristalinas se vuelven opacas y sus fondos
coralinos se deterioran, las tormentas tropicales se están volviendo locas y el
ron se mezcla con cola en los botellones de las plazas públicas. El loro de
marras está en una jaula y Barbarroja muerto y enterrado.Los buques son de cualquier cosa y casi nunca de vela, las singladuras se programan al minuto por endiablados y fríos sistemas logísticos informatizados que contemplan hasta el más mínimo detalle, yendo de puerto en puerto con la misma precisión que los trenes van de estación a estación, al ritmo que impone el mercado.
Salvo algunas excepciones, hoy día los hombres de mar apenas se diferencian de los hombres de tierra. Las ganas de zarpar, las ganas de arribar y el gusanillo que te hace volver a la mar lo mismo acaban yéndose al garete, como en su día se fue la figura del grumete y su sueño ya utópico y por tanto relegado a ser una mera fantasía.
Los sueños de los grumetes están en las oficinas del paro, con los del loro y los de Barbarroja, ya no zarpa ni el marinero de "Un velero llamado Libertad" de José Luis Perales...
ResponderEliminarUn saludo, desde el mar de la pantalla de mi portátil...
(Quita ya lo de demostrar que no soy un robot).
Gracias ya todos hemos dejado de ser un robot, un saludo.
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