Con todo el desparpajo que le permite su condición de pija de manual (no solo hay pijas en las derechas) ha tratado de convencernos de que la cesta de la compra no está tan mal como la pintan, y aquí viene lo bueno, porque ella lo comprueba a diario cuando la lleva a cabo. Básicamente ella lo hace bien, y los españoles de a pie nos quejamos de vicio o somos tontos de capirote.
Para empezar ¿Alguien se cree que una vicepresidenta del
gobierno y ministra de Asuntos Económicos y Lamadrequeparió, tiene tiempo para dedicarse
a la cesta de la compra in situ? Enga home, no me haga de reí…
¿La lleva el shofe ofisiá al Mercaona? ¿Tendrá estacionamiento
reservado igual que cuando va al teatro? ¿No será que la compra la hace desde
su mega Aples con la Apepes del Corte Inglé y no se entera de lo que paga? Porque
cuando sobran los dinerales, no duele el gasto.
Me gustaría encontrármela en una frutería de barrio y que me
lo contara a la cara delante de todo el mundo, con ese desparpajo torpón de
niña bien, hija de un experto en materia de pelotazos de la era dorada del PSOE.
Pero me parece que las posibilidades de encontrarme con ella en cualquier
tienda de barrio o centro comercial de marca blanca, son las mismas que
encontrarse un camarón tomando un té en el desierto de Tabernas. O sea, nulas.
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