Os
recomiendo la segunda temporada de “El juego del cazón en adobo” que se emitirá
en el Canal de la Petróleo cuando le salga del candil. La primera temporada no,
porque en este caso hay segunda sin primera por eso de que la serie es gaditana
y en Cadi hay que mamá. Obviamente se desarrolla en Cadi, Cadi. Trata de unos
pishas muertos de hambre que malviven del postureo y están entrampados con los
bancos para poder pagar sus coches de alta gama.
Se cruzan
con un cachondo, nieto de Carlos el Legionario, que pasea por la calle Pelota
con tres copas encima, de estas de 3500 mililitros, a la venta en Amazon. El nota,
con toda la guasa, les propone un macabro juego. Consiste en pedir cuarto y
mitad de cazón en adobo, en una freiduría del barrio de La Viña, e intentar
hacer un simpa al grito de viva el Betis. El que consiga salir entero del
barrio, y llegar al Campo del Sur, se tendrá que tirar por los bloques. Si
sobrevive al sarpajaso, pero cae al mar, peor para él, porque allí le esperarán,
clamando venganza, los primos del cazón que acabó en la freiduría. Para más
inri, los escualos son de ascendencia gabacha, de los que estuvieron puteados
por los mosquitos en El Trocadero, mientras las gaditanas se hacían tirabuzones.
O algo así.
Como los julais
entrampados con el banco, pasaban más hambre que un maestro de escuela del
siglo XIX para poder dar de comer a sus Audis cupés, y además, iban cargaditos
de alcohol y otras sustancias descolocantes absorbidas por las narices,
aceptaron el juego y se tiraron en plancha.
En fin, todo
muy absurdo, pero grasioso de cohone, tanto, que la serie surcoreana de los
calamares congelados se va a comer un carajo con el éxito mortal de la muerte
que va a tener “El juego del cazón en adobo”. Un bastinaso de serie que destronará
a las del Nesflis ese, y a la madre asiática que las parió. Atentos al candil
de la Petróleo.
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