Le pedí a Lobita que matara a un mosquito que andaba rondando mí cabeza. Me dio dos hostias que me dejaron tibio pero el mosquito seguía revoloteando mi testa. Estoicamente, le pregunté si tenía que pegarme alguna hostia más para rematar la faena. A ella le dio la risa y a mí me picó el mosquito y me quedé con las dos hostias.
Moraleja; a veces es mejor que te pique el mosquito.
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