No… no se trata del efecto de un filtro de un programa de
edición fotográfica. Es el aspecto íntegro del océano de tierra que veía desde lo alto del castillo de Espera,
Provincia de Cádiz, un océano de tierra cambiante en sus tonos, como el de mar,
con la única salvedad de que sus olas son estáticas. Aunque eso de la fijeza es
relativo, porque a estas alturas debe haber trigo, ya rubio, trigo que estará
siendo, más que peinado, alborotado por
el viento del suroeste que azota la región, lo que confiere movimiento a ese
océano de olas con periodo fijo, olas que son surfeadas por los pájaros y
buceadas por las liebres, los topillos y las comadrejas.
El castillo de Fatetar se convirtió por unos instantes en mi
buque, pero al poco caí en la cuenta de que no era más que un marinero en
tierra, un marinero en tierra ávido de mar que soñaba despierto.
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