La felicidad, como se pretende concebir en estos tiempos, es
como una burbuja financiera, en el momento más inoportuno se desploma y
acontece el drama de forma exponencial. Es preferible no ser tan feliz, no
pretender forzar la felicidad, ahí, con calzador, porque lo que se mete
apretado, acaba doliendo.
La felicidad hay que tomársela como un buen vino, despacito,
doucement que diría un gabacho, captando los aromas con la napia y esos ritos de
la enología, tan de moda en estos tiempos. Porque esa es otra… en la desesperada búsqueda de la felicidad
perenne, la peña se ha echado al vino y, para adornar la dependencia del
alcohol, todo dios es entendido en enología.
El buen vino no se debe tomar a porrón, sin medida, y la
felicidad tampoco, porque ésta llega cuando toca, no cuando queremos, y como la
sociedad actual no asume esa realidad, tenemos copado el pueblo de infelices y
borrachos.
La población española se vende en las encuestas como felicísima
que te rilas, to er día de cashondeo que me peo, pero por otro lado hay sondeos
que posicionan a España como uno de los países punteros en el consumo de
ansiolíticos, ahí lo tenéis. Que no se puede ser tan feliz, coño, que luego
explota la burbuja de la felicidad y se multiplica la intensidad de los dramas.
Es preferible un cabreo a tiempo, que la búsqueda de El Dorado de la sociedad
moderna, la felicidad perpetua de la mano de la eterna juventud, primas del
consumo de cocaína.
viernes, 28 de junio de 2024
BURBUJA DE FELICIDAD.
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