domingo, 31 de enero de 2016

Rememorando las andanzas del desdichado Lazarillo de Tormes, se me ocurre que hay una frase que le viene al pelo a esta España gobernada por pícaros y ladrones, una frase que refleja el sino de la ciudadanía que vota en un sistema corrupto de por sí, tal vez reflejo de su propia condición…  
“Escapé del trueno y di en el relámpago”.  

J.M. Arroyo

lunes, 25 de enero de 2016



El hombre oscuro surgió de la luz, aunque esta breve historia ha surgido de la oscuridad, durante un lapso entre sueños inquietos. Lo vi en la oscuridad de mis oscuros sueños – a veces toca soñar oscuro – y una parte de este relato es cosa de lo que soñé, y la otra, de lo que me sugirió el sueño, aunque no está escrito en el mismo orden.

Como decía, el hombre oscuro surgió de la luz, más o menos como hacemos todos cuando venimos a este mundo, desnudos y solo provistos de nuestra inocencia. Tan pronto la perdió superada la niñez, este ser empezó a madurar como un plátano por exceso de oxidación, las circunstancias lo llaman, las cuales  empezaron a oscurecerlo prematuramente, a la par que su mundo se oscurecía sobremanera.

Casi sin darse cuenta, el hombre oscuro se vio inmerso en un mundo gris, atrapado en su ciclo infernal que  demandaba trabajo en exceso con el señuelo del consumismo desenfrenado, un mundo en el que prevalecía lo material sobre lo espiritual, poseer a cambio de no tener vida.

El hombre oscuro no supo escapar de la oscura dinámica y se le escapó el tiempo en esa batalla estéril, batalla de desgaste que perdió definitivamente cuando dejó de ser útil para el sistema al que dedicó su vida. Perdió el tiempo, perdió lo que le dieron a cambio de perder el tiempo, y perdió a quienes no dedicó su tiempo… y el hombre oscuro hizo honor a su oscuro adjetivo.

Hasta ahora he relatado la historia creada por mi ser consciente, historia que remato con la vivida en mi subconsciente, la parte que recuerdo, porque afortunadamente no todo se recuerda de los sueños, y es de agradecer cuando se trata de sueños oscuros. El sueño fue el que sigue:

Érase un hombre oscuro, que apenas destacaba sobre un escenario donde todo era gris oscuro en los primeros planos y oscuridad absoluta hasta donde alcanzaba la vista. El hombre oscuro, ataviado con una capa negra y un sombrero, caminaba junto a un camión de gran tonelaje estacionado en una explanada inmensa sumida en la oscuridad. El hombre oscuro se parecía bastante al personaje de las bodegas Sandeman, y tiene sentido porque lo veo a menudo, pues vivo al pie de las viñas jerezanas.

En esa oscuridad, el hombre oscuro se desvaneció sin más, no sin antes mirar hacia detrás para clavar en mis ojos su  oscura mirada, que lejos de aterrorizarme, me resultó infinitamente triste.

Abrí los ojos y todo era oscuridad, la oscuridad del dormitorio que casi parecía iluminado en comparación con el mundo del que acababa de emerger, un mundo oscuro y frío a más no poder. Al poco percibí el calor y la respiración del ser de luz con el que comparto mi vida, esa dulce personita que quizá evitó que acabase transformado en un hombre oscuro… me sentí aliviado.

Antes de retomar el sueño, tomé nota mental de la oscura experiencia onírica, con vistas a escribir esta historia en cuanto me levantase. Después me sumergí de nuevo en ese universo onírico que no siempre es oscuro, pues a veces salto como una gacela, a veces canto como un tenor, a veces respiro bajo el agua como un pez, o vuelo como un pájaro surcando universos luminosos que ya quisiéramos tener en este mundo, que muchas veces nos empeñamos en oscurecer.

J.M. Arroyo