LA TARDE DE LAS RISAS
1985… no recuerdo el mes, pero puede que fuera finales del
verano. Creo que ha sido el día que más me he reído en mi vida… aquella tarde
con Juanma. Nos fuimos los dos a recorrer el Charco de los Hurones en piragua
durante tres días, haciendo noche donde nos pillara. En realidad el pantano se
puede recorrer entero en una sola jornada, pero no había prisa. Estábamos en
una edad en la que caminar por una pista
forestal durante ocho kilómetros, cargando con dos piraguas y las mochilas con
víveres para tres días, para poder llegar al pantano, no nos afectaba lo más
mínimo, ni física ni anímicamente.
Eso de tener coche propio a esas edades, no resultaba tan
sencillo como hoy en día. Lo más que pudimos hacer el primer día, fue dejar las
piraguas y los equipos a pie de carretera, después de haberlas transportado en
el coche del padre de Juanma de manera clandestina. La historia de esa primera
parte se las trajo también, pero la contaré en otra ocasión, así que vuelvo a
la última tarde de nuestro periplo.
La foto de marras nos la hicimos la última tarde, finalizado
el periplo de navegación por el pantano. El caso es que tocaba recorrer por
tierra el camino de vuelta cargando con
las dos piraguas, ya liberados del peso
de los víveres, aunque cargando con los desperdicios, como tipos civilizados y
comprometidos con el medio ambiente que éramos, en tiempos en los que no había
tantos soplapollas del ecologismo de galería.
Juanma y yo somos de risa fácil cuando estamos juntos, y
pasó que aquella tarde nos dio por la risa tonta, de manera que apenas dábamos
unos pasos cargando con el material, bastaba que alguno dijera alguna
gilipollez, para que acabáramos revolcados por el suelo. La cosa se puso seria,
porque no éramos capaces de recorrer diez metros sin acabar desternillados.
En estas Juanma, preocupado porque nos iba a caer la noche
encima, me dijo en tono grave… Pepe, si ves que te va a entrar la risa, mira
hacia arriba. Total, que nos pusimos manos a la obra.
Juamna iba delante, y
yo detrás… Recorrimos unos metros y en estas veo que Juanma empieza a mirar hacia
arriba… Automáticamente acabé rodando
por el suelo riendo de tal forma, que aquello ya resultaba una tortura, del dolor
de barriga que nos estaba dando. Si digo que nos pegamos así una hora, seguramente
me quedo corto. Se puso la cosa tan jodida,
que al final optamos por acercarnos a un cortijo y le pedimos permiso al dueño
para dejar las piraguas en un cobertizo que tenía, comprometiéndonos a
recogerlas otro día con el coche del padre de Juanma, porque veíamos que no
íbamos a llegar nunca a la carretera.
La foto cuelga en mi habitación, y Juanma tiene otra igual
colocada en el salón de su casa. Creo que ha sido una de las veces que más nos
hemos reído, y creo es esta es la foto que mejor refleja aquellos tiempos
felices que sellaron para siempre nuestra amistad, con la suerte de haber
podido disfrutar con plenitud de la naturaleza, con largas conversaciones
nocturnas a la luz de un fuego incluidas, algo impensable en los tiempos que
corren.
Ya lo dice Lobita… destiláis una felicidad inmensa y por eso
me gusta tanto esta foto.